Una discusión de cien años por: Juan Carlos Valdivia
Una discusión de cien años
Sobre el e-comunismo y
los límites a la propiedad de la tierra en el agro
Por: Juan Carlos Valdivia
No deja de llamar la atención que
entrado el siglo XXI regresemos a temas de discusión de por lo menos cien años
atrás, como es el debate de desde distintas vertientes se vienen haciendo sobre
la propiedad.Se discute en el
mundo –y en nuestra “cholosfera”- sobre el derecho de propiedad intelectual en
Internet, mientras desde el Gobierno se impulsa el debate sobre el cuál es el
tamaño correcto de una propiedad agraria, sin olvidar que en la base de los
conflictos mineros están los derechos de pertenencia del subsuelo y, cómo no,
también los derechos sobre el agua.
En todos estos casos no deja de
notarse ciertos rezagos colectivistas, especialmente en el tema agrario, aunque
en el asunto de Internet quizá la discusión va por otro camino.Ni el viejo Marx se imaginó, cuando
predecía que la sociedad iba a llegar a un estadio en el cual la propiedad sería
comunicaría, que este proceso se vería impulsado por jovencitos pegados a su
computadoras que reclaman poder usar lo ajeno como si fuera propio.Es decir, sobre la creación intelectual
no existen derechos de propiedad o, en todo caso, que estos desaparecieron una
vez subido el material a la
Red, donde el derecho individual se convierte en
colectivo.Una suerte de comunismo
2.0 o e-comunismo.
Y ya que este es un proceso que se
viene dando de manera natural, y sobre todo voluntaria, no dejan de existir
aquellos que, cual Leninista del siglo XXI, quieren imponer el e-comunismo por
la fuerza.De este modo, se
organizan en un activismo anónimo contra el derecho de propiedad que apunta de
violencia cibernética (qué son, si no, los ataques de “hackers”), buscan imponer
sus criterios colectivistas.Parecen creer que el criterio que manda en Internet es la gratuidad.Craso error.Lo que manda en la Red, como en la sociedad real,
-ya deberían saberlo-, es la libre voluntad.Los contenidos serán gratuitos en
la medida que el propietario así lo decida.
Otro criterio atrapado en el tiempo,
que nos habla de los latifundios y del poder político que este representa, se
encuentra tras la argumentación de quienes quieren imponer límites a la
propiedad agraria o, según su tesis, democratizarla.Quienes así opinan siguen leyendo textos
del siglo pasado sin darse cuenta de que los que se ha democratizado es la
sociedad y que las inversiones en el agro solo la han modernizado, rescatándola
del páramo en que fue convertida por la reforma agraria del general
Velasco.Son empresas que en
algunos casos, como el de las azucareras rescatadas del asalto de supuestas
dirigencias de trabajadores, tienen miles de accionistas, entre los que se
encuentran los mismos trabajadores que recibieron acciones a cambio de su
compensación por tiempo de servicio.Acciones, que después de años, hoy les da
dividendos.
Es el ingenio del hombre el que ha
permitido incorporar las pampas de Majes o los arenales donde hoy están
Chavimochic.¿Por qué no
preocuparse de hacer Majes – Siguas o de incorporar tierras en la sierra
mediante la construcción de andenes?Si, como dicen, quieren garantizar la seguridad alimentaria, deberían
agregar más tierras para sembrar y no pretender distribuir las existentes, un
modelo caduco que ya demostró sus límites.
Y en la minería, ¿no es acaso esa
propiedad colectiva del subsuelo la madre de todos los conflictos?Si los campesinos, individualmente o a
través de sus comunidades, pudieran ejercer derechos de propiedad sobre el
subsuelo, y así compartir las enormes ganancias de la minería, tendrían los
incentivos adecuados para ser activos pro mineros y no como hoy, sujetos de los
discursos contra esta actividad.Así estamos en el Perú, tratando de ser un país del primer mundo pero
discutiendo temas –como derecho de propiedad- que en otros lugares fueron
resueltos hace más de cien años.