Escuchaba el pasado fin de semana el debate sobre la pretensión de fijar
límites a la extensión de la propiedad agraria. Fue un debate, como suele ser
entre peruanos, donde todos opinaban, pero ninguno se escuchaba. Era también una
clara muestra de los modelos de desarrollo por los que se puede
optar.
Quienes pretenden establecer límites, no tenían argumentos
sólidos, salvo referirse -como si estuviéramos a mediados del siglo pasado- al
carácter perverso del latifundio y su supuesto espíritu de exclusión. No hubo
una explicación respecto a la necesidad de limitar la propiedad, nunca pudieron
explicar cómo era negativo para el Perú el hecho que existan tierras en manos de
empresas con capacidad de invertir los capitales necesarios para hacerlas
producir.
El único argumento, como si la ciencia no existiese, era que
las tierras agrícolas era un bien escaso. Entonces, en lugar de buscar formas de
incrementar las tierras agrícolas, la idea es repartir de "forma democrática"
las existentes. Sin embargo, no se escuchaba la propuesta de alguien que, en
los hechos, está demostrando que es posible revolucionar el agro sin regresar a
modelos colectivistas ya superados. Carlos Paredes, promotor del programa Sierra
Productiva, daba la respuesta. Con un poco de inversión, era posible sembrar la
semilla para convertir a nuestros andes, en una suerte de Gamarra, un emporio de
producción de pequeños propietarios, que puedan desarrollarse hasta convertirse
en modelos empresariales.
Cuando los viejos pobladores de los andes,
desarrollaron técnicas como la de los andenes, vencieron el reto de la
naturaleza. Hoy viejos teóricos solo repiten formulas sobre las que el mundo ya
conoce sus límites. La propiedad no se debe limitar, pues la tierra productiva
es posible hacerla crecer, con inversión y creatividad. Si los incas pudieron,
porque los peruanos del siglo XXI debemos escuchar estas tesis
retardatarias.
No es pues un debate constitucional, si se puede o no se
puede establecer, es un debate sobre si vamos a repartir la supuesta escasez o
pondremos nuestro ingenio y capital en hacer crecer las tierras cultivables. Hay
quienes, agricultores de escritorio,pretenden quitar a algunos propietarios,
mientras hay otros que día a día, enfrentan el reto de la tierra y la vencen. No
hay que poner límites a la creatividad