Cuando uno ve el incidente generado por la inauguración de las obras de La
Herradura, y la posterior desaparición de la arena donada con la que se decoró
la playa, uno puede darse cuenta lo lamentable que puede ser la actual
administración municipal de Lima.
Susana Villarán y la gente que la apoya
hacen alarde de la necesidad que tuvieron de planificar su gestión para explicar
la demora de las obras, y del equipo técnico altamente calificado que
supuestamente han puesto al servicio de la ciudad. Pues bien, lo sucedido en La
Herradura muestra que su trabajo carece de planificación, y que sus técnicos
pueden ser decoradores pero no gerentes de una megaciudad como Lima.
Era
fácil advertir que cualquier programa de recuperación de La Herrradura, espacio
tradicional de las playas de Lima, pasaba por lograr que vuelva a existir arena
donde descansar o tomar sol, y no privilegiar el cemento, con las obras de
remodelación de un malecón adyacente a una playa inexistente.
Si los
vecinos de Lima dejamos de asistir a La Herradura es porque esta playa se llenó
de piedras, haciendo difícil disfrutar de su mar. Al construir obras en el
malecón, la gestión de Susana Villarán optó por lo accesorio sin reparar lo
principal. Probablemente los restaurantes ahí establecidos puedan mejorar su
clientela, pero esas obras entonces son elitistas, para quienes pueden solventar
un almuerzo en un restaurante, todo lo contrario de lo que supuestamente ofrecía
la señora Villarán y su equipo altamente calificado.
Quizás la señora
Villarán y sus jóvenes profesionales buscaban mejorar el entorno, ahí donde hay
restaurantes y un complejo de departamentos con algún fin que no logran
explicarnos, pero pretender que lo inaugurado es la primera parte, no es lo que
decía la nota de prensa colgada aún en la página web de la municipalidad. Ahí se
afirma que concluida la primera parte, la segunda serían los malecones de
Barlovento y Venecia en Villa El Salvador. En ningún momento se habla de
enarenado o cosa similar.
Es triste ver que no sólo es ineficiencia, pues
además la señora Villarán tendrá que explicar su doble moral de criticar las
donaciones de Odebrecht al gobierno de García pero aceptar que la ayuden a
decorar sus obras. La señora Villarán lamentablemente no está a la altura de su
cargo, y esto es tan notorio como la arena que se lleva el mar.