Todo parece indicar que el presidente de la República está llegando al
convencimiento que el éxito en la tarea de la inclusión social no está
condicionado al color político o la ideología del ministro u operador que la
ejecute.
Es decir, que los objetivos y metas de gestión en la lucha
contra la pobreza superan de largo el dilema de si se es de izquierda o derecha,
nacionalista o liberal, sensible o poco sensible socialmente
hablando.
Todo indica por tanto que el esquema que estaría por iniciar
sería aquel que lo privilegia a él como casi único vocero de los esfuerzos en el
área social, importando más que los ministros y sus respectivos equipos se
entreguen de lleno al trabajo más que al "floro".
Y siguiendo con la
última frase que viene utilizando reiteradamente Ollanta, importará más la
cantidad de ratones cazados antes que el color de los felinos que se dediquen a
dicha tarea.
¿Exceso de pragmatismo? Probablemente. El hecho de llegar al
poder con un partido signado por sus contradicciones y condicionantes
ideológicas u de otro tipo, a la par de saber que como Jefe de Estado, Humala
será juzgado más por lo que hizo que por lo que dejó de hacer, pues tendrá que
buscar en el cumplimiento de logros el alineamiento, coherencia y sostenibilidad
que su régimen requiere.
Por eso mismo, es probable que a partir de
enero, luego de los cambios ministeriales casi adelantados ayer por Salomón
Lerner, será un perfil más tecnocrático y menos político el que signe al
Ejecutivo.
No obstante, ello no significa que se deje de hacer política;
en él mismo debería recaer buena parte de esa tarea junto al Premier; pero
sucede que 5 meses son más que suficientes para entender que no se puede
contener y contentar a visiones y perspectivas gubernamentales tan disímiles
cuando las necesidades y las urgencias sobre diversas decisiones fundamentales
apremian.
¿Que ello tiene un costo político? Por supuesto. Pero el
inmovilismo y la suma cero en la gestión pública comportan facturas mucho más
caras al fin de cuentas