DERRUMBE DE LA BOLSA CHINA "No entendemos realmente lo que está
sucediendo", confiesa el autor, al revisar las diversas explicaciones sobre la
reciente crisis de los mercados. Ver derrumbarse los mercados del mundo ha
sido, cuando menos, inquietante. Desde su máximo reciente (el 20 de febrero),
las acciones estadounidenses perdieron la anteúltima semana unos 900.000
millones de dólares de valor (casi un 5 %), según la consultora Wilshire
Associates. Con un desempleo de 4,6%, la economía de Estados Unidos mal puede
describirse como enclenque. "Tenemos el mejor crecimiento económico mundial en
25 años", afirma Larry Meyer, economista de Macroeconomic Advisers. Sin embargo,
las bolsas se desmoronaron en todo el planeta y flaquea la confianza de las
empresas y de los consumidores.
¿Por qué este contraste?
Para empezar, las acciones podrían estar señalando un ensombrecimiento
futuro. La economía estadounidense se desacelerará o quizás entrará en recesión;
de hecho, Alan Greenspan, ex titular de la Reserva Federal, dejó deslizar esta
posibilidad hace unos días. Las ganancias serán inferiores a las esperadas; por
lo cual las acciones se anticipan y caen. Hasta cierto punto, la pérdida de
velocidad de la economía es precisamente lo que busca la Fed. Mediante una suba
de las tasas de interés y un debilitamiento de la demanda, quiere reducir la
inflación. Pero, claro está, una desaceleración deseada puede convertirse en una
recesión no deseada. La vivienda ya experimenta una fuerte contracción. Los
propietarios pueden endeudarse menos contra los inflados precios de las casas,
los cuales, en su mayoría, o están estancados o están bajando. El gasto de los
consumidores, que representa más de dos tercios de la economía, podría
debilitarse.
También puede pensarse simplemente que los mercados financieros
internacionales —de acciones, bonos, monedas y otros valores— se están portando
mal. Psicología de masas. Los inversores venden porque piensan que otros van a
vender, aunque las acciones estadounidenses no parezcan exageradamente
sobrevaluadas como a fines de los 90.
Consideremos lo siguiente: desde la Segunda Guerra Mundial, la relación
precios/ganancias (P/E, en inglés) de los papeles en el índice de 500 acciones
de Standard & Poor's promedió un 16,15. Eso significa que los precios de las
acciones fueron 16 veces mayores que las utilidades. A fines de enero, el P/E
era de 16,74, no lejos del promedio.
Se dice también que la corrida vendedora demuestra la importancia creciente
de China en materia económica. Es cierto que la caída bursátil en todo el mundo
se inició en China el martes 28 de febrero, cuando su bolsa retrocedió casi un
9%. Pero la bolsa china es demasiado pequeña para tener tanta importancia.
A fines de 2006, la capitalización de todas las acciones de China era de 1,4
billón de dólares, menos del 10% de la capitalización del mercado
estadounidense. Pero en 2006, el mercado creció un 130 %, con lo cual no era
descabellado pensar en una caída. Es concebible que la declinación esté
presagiando una desaceleración de la economía china, que viene creciendo al 10%
anual. Pero es poco probable que la cantidad de chinos con acciones alcance para
que las pérdidas dañen significativamente la economía. "Los mercados no nos
están diciendo nada sobre el estado de la economía china", escribe Jonathan
Anderson, economista jefe para Asia de UBS. Ergo: no entendemos realmente lo que
está ocurriendo.
La paradoja estadounidense
Con respecto a los estadounidenses, lo curioso es que la gente parece
sentirse más insegura en lo económico aun cuando la economía se ha vuelto más
estable.
Desde 1982, hubo sólo dos recesiones, que duraron 16 meses. Una explicación
de esa paradoja es que las incertidumbres e inseguridades que asaltan a los
empleados, inversionistas y empresas en la práctica actúan como estabilizadores
de la actividad económica en su conjunto. Hay sobresaltos constantes:
expansiones y cierres de compañías, aumento de la competencia de nuevas
tecnologías y de economías extranjeras, variación en los precios de acciones y
bonos.
Esto pone nerviosa a la gente. Pero puede ser que muchos ajustes pequeños
suavicen el ciclo económico. Podrían morigerar recesiones, derrumbes y
pánicos.
Desde este punto de vista, la reciente caída de las acciones sería saludable.
Para muchos observadores, el sistema financiero internacional se había vuelto
peligrosamente especulativo. La vulnerabilidad no reside tanto en los precios de
las acciones como en las bajas tasas de interés sobre los créditos a deudores de
riesgo: países con mercados emergentes, empresas poco fuertes y compradores
estadounidenses de viviendas con hipotecas de alto riesgo, con intereses y
costos más altos.
Después de haber tenido grandes pérdidas con esta clase de hipotecas, los
inversores se están volviendo más cautos. Los precios de las acciones fueron
golpeados porque la gente se refugió en inversiones más seguras (bonos del
Tesoro, efectivo).
Es consolador pensar que los mercados suelen autocorregirse para evitar
desastres mayores. Pero a veces los mercados se van a un extremo y se quedan
allí demasiado tiempo. Las acciones estuvieron enormemente sobrevaluadas en los
años 90. Los grandes desequilibrios actuales del comercio mundial y de los
flujos de capitales podrían presagiar una inestabilidad más profunda.
Lo inquietante es que los mercados financieros internacionales parecen estar
cada vez más sincronizados. "Todo el mundo invierte en todas partes", señala
David Wyss, principal economista de Standard & Poor's. "Todas las apuestas
parecen moverse en la misma dirección". Esto significa que las malas noticias
—como las buenas— pueden
contagiar. -------------------------------------------------------------------------------- Opinión:
Robert J. Samuelson . Los Angeles Times.. Traducción: Susana
Manghi