La
Primera, diario donde este modesto servidor mezclaba sangre y verbos hasta hace
poco que cambió de propietario, acaba de perpetrar algo que jamás había visto.
Luego de que su principal columnista, César Hildebrandt, les regala una
primicia, este periódico, en contraprestación por los servicios, le hunde entre
los omóplatos una vil y feroz puñalada. Como si hubiese sido ordenada, por lo
demás, por una mano negra peluda que, para más señas, más que mano parece pata
de búfalo mojado.
Mientras
que todos los medios, todos, ponían en portada y en grandes titulares la noticia
sobre el reconocimiento del sexto hijo de Alan García, La Primera destacaba a
manera de vergonzoso encabezado: “Organización Panamericana de la Salud
desmiente a Hildebrandt”. Y la noticia del día la tira para atrás, hacia la
página seis, como si se tratara del horóscopo o de un inocuo sudoku. Alucinante.
No sé qué
dirá el resto sobre el incidente, pero este titular rencoroso y de garras
afiladas, cuyo objetivo nítido es el de presionar, amedrentar y dejar sin
espacio a César Hildebrandt, es una cabronada que no puede soslayarse así nomás.
Que ya parece que el periodismo en el Perú se está convirtiendo en un género de
ficción como la propia política. Y hasta con fuegos artificiales marca Mesa
Redonda.
En fin. Lo
de siempre. La moral artificiosa. La doble vara. La escopeta de dos cañones. Por
un lado, el jefe de Estado, nuestro primer actor nacional, reconoce que no tiene
vida personal, que no tiene vida privada porque personifica al país, y los
peruanos deben saber todo lo que atañe a todos los aspectos de su vida. Por el
otro, la venganza sibilina ataca de la mano de Luca Brasi con el cacharro de
Ricardo Wong, con veladas amenazas tributarias y otras puercadas similares,
haciendo, otra vez, del discurso político la hipocresía hecha excelencia.
Mientras, los compañeros miran a otro lado, poniendo cara de yonofui, como si se
tratara de un lío interno de un pequeño diario. Y después dicen que no hay
hogueras, ni índices, ni censuras, ni comisarios, ni inquisidores de guardia.
Cabrones.