No
deja de llamar la atención que un partido como el APRA, que hizo de una inocente
actuación universitaria,el acto
fundacional de su partido (con entrega de bandera y todo), que asumió una
manifestación contra el gobierno de Leguía como el acto de masas que hizo
políticos a toda una generación un lejano 23 de mayo, que generara revueltas en
cuarteles y viviera años fuera de la Ley, usando seudónimos y organizándose con
mística casi religiosa (viviendo en las catacumbas, gustaban decir),optara por su relanzamiento en una
cuchipanda de viejos militantes y más añejos amigos, en “Las Brisas del
Titicaca”, en medio de bromas y whisky, de anécdotas sobre la frivolidad del
presidente Toledo y revista de los asistentes. El APRA ha cambiado el
martirologio y las efemérides históricas por la frivolidad y la foto social; la
fe y la mística por la canción criolla y el vaso de
cerveza
Pero quizás esto no sea sino un signo de los tiempos. El domingo por la
noche mientras en un canal Alan García intentaba mostrarse lo más coqueto
posible, en otro Alberto Andrade se presentaba más fofo que nunca.
Ninguno dijo nada -y no por culpade los entrevistadores- mostrándose como dignos compendios de lugares
comunes y frases huecas.
Es
que la política, nuestra política, ha dejado de ser un magisterio para
convertirse en un producto del marketing. A nuestros políticos les sucede como a
la televisión peruana. La búsqueda de rating (aprobación en las encuestas) les
hace bajar los contenidos y priorizar el humor y la frivolidad. El
problema es que mientras en la televisión uno se refugia en búsqueda de
distracción, en la política uno debe buscar la solución de los problemas
nacionales.
Faltando
190 días para las elecciones, el futuro no es muy auspicioso. Los actuales
congresistas se negaron a aprobar el voto facultativo y la eliminación del voto
preferencial. Y los resultados ya los estamos viendo. La política nacional está
dominada por la aprobación mediática, por políticos que se disputan el favor de
las encuestas, pero no se conocen equipos ni programas. Y por la aprobación se
hace cualquier cosa (como con el rating).
La
promoción de frentes de centro no es otra cosa que una muestra del vacío
ideológico. Nadie encuentra diferencias sustanciales y se confunden liberales
con mercantilistas, a socialistas con socialdemócratas, y todo creen que pueden
unirse para gobernar. En el fondo, no hay diferencias sino tan solo apetito por
el poder.
Hay
quienes quieren hacernos creer que las elecciones ya no significan la
posibilidad de elegir entre opciones distintas de gobierno sino tan sólo entre
liderazgos mediáticos o carismas de televisión. ¡Resistámonos a eso! ¡Exijamos
ideologías y planes de gobierno!