Roque Benavides
confiesa su “estrecha relación” con el fundador del Apra
El
ingeniero Roque Benavides Ganoza es un destacado empresario minero que desde muy
niño, aún en brazos de sus padres, conoció de cerca el pueblo andino y se siente
identificado con su gente. Dice que ese contacto le permitió saber de la pobreza
profunda y por eso, la entiende y le preocupa. Esa vivencia desde su infancia le
ha permitido "conocer y querer" a su país, tanto que no piensa marcharse y, por
el contrario, "quiero ser enterrado en el Perú". Tipo muy criollo y jovial,
cuenta que su padre "minero y geólogo por devoción" llevaba a sus hijos desde
muy pequeños a la mina Julcani, con la que comenzó el grupo Buenaventura en
1952, a 4 300 metros de altura, "donde dormí el lunes por la noche".
Para él fue muy
coincidente recordar ese pasaje de su vida justo cuando acababa de regresar de
Huancavelica, en sus acostumbrados viajes de trabajo en la mina. "Creo que para
conocer y querer a su país uno tiene que conocer a su gente y conocer las zonas
más remotas", subraya. Confiesa su devoción por la ingeniería en su conjunto
y cuenta como anécdota que ingresó a la Universidad Católica para estudiar
Ingeniería de Minas, pero seis meses después descubrió que su vocación era la
ingeniería civil y decidió cambiar.
"Con gran
preocupación decidí contarle a mi padre del cambio, pero cual fue mi sorpresa
cuando me contó que hacía 28 años él hizo lo mismo, pero al revés. Ingresó a la
universidad para estudiar ingeniería civil en la época del mariscal Benavides,
pero como todo estaba politizado y siempre evitó la política, terminó en minas",
relata.
Entonces -prosigue-
me dijo que no preocupara, que la ingeniería civil también se aplica a la
minería, así que no hay problema. Manifiesta que su inicio profesional lo hizo
en una pequeña empresa constructora que formó saliendo de la universidad, pero
en el año 1977 ingresó a la empresa de su padre en el área de construcción de
proyectos.
Roque Benavides es
sobrino nieto del fundador del Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre. "El era primo
hermano de mi abuela, Mercedes de la Torre de Ganoza. Mi tío Víctor Raúl vivió
desde 1960 hasta su muerte en Villa Mercedes, y Mercedes era mi abuela. Mi
relación con él fue muy estrecha, muy querida por mí. Mi madre sostiene que yo
era el sobrino predilecto, no lo sé, a 25 años de su muerte quizá lo pueda
mencionar", anota.
Dice que su
admiración por Haya de la Torre lo tentó muchas veces a militar en el Apra y
pese a que no lo hizo, tiene muchos amigos en el partido de la avenida Alfonso
Ugarte. Afirma que su vocación de quedarse en el país no sólo es de él sino
la de toda su familia, incluso su hijo Alberto Martín, que estudia
administración de empresas en la Universidad del Pacífico, "no tiene voluntad de
irse del Perú".
Dedica la mayor
parte de su tiempo a la empresa Buenaventura, "estoy acá desde las siete de la
mañana y no llego a casa antes de las nueve de la noche". Anota que tampoco
almuerza en casa, salvo un cumpleaños o evento familiar. Sin embargo,
advierte que no descuida lo personal y familiar, de lo empresarial, y fundamenta
su posición con una frase que acaba de leer: "juzga tus éxitos en función de lo
que tienes que dejar de hacer".
"Y es que hay que
dedicarle tiempo a los hijos, a mi hijo en este caso, a mi esposa. Creo que los
matrimonios se mantienen también con mucho esfuerzo, porque más fácil es decir
bueno se acabó y no quiero seguir después del primer pleito. Nosotros vamos a
cumplir 24 años de casados este año", remarca.
Refiere que su
esposa Luz María no es ingeniera, estudió administración de empresas en la
universidad del Pacífico, donde su hijo cursa curiosamente la misma
carrera. Anota que la conoció jugando tenis, deporte que ya no
practica, y a pesar de las muchas diferencias siempre buscan armonizar, aunque
tienen una afición común: la crianza de perros pastores alemanes.
"Creo que si en algo
puedo dar un consejo es que para que un matrimonio sea estable hay que buscar
aficiones comunes, cosas que unan a la familia. Lógicamente el trabajo
contribuye a llevar un sustento al hogar, vivir bien en la medida de las
posibilidades, pero una afición común es algo que a veces a uno lo mantiene
despierto en las noches agradablemente", puntualiza.