Entrevista al economista catalán Fernando Trías de Bes
ENTREVISTA DE VÍCTOR-M. AMELA - 31/03/2005 -Perdone: ¿tiene usted tiempo?
-¿Tiempo para qué? -Tiempo para hacer lo que realmente le apetezca.
-No. -Ni yo. ¿Y por qué no lo tenemos?: porque dedicamos demasiado
tiempo al trabajo. -Yo tengo que pagar hipoteca, colegios... -Y yo: y
vendemos nuestro tiempo. A este paso, cuando hayamos vendido todo nuestro tiempo
venderemos el de nuestros hijos. -¿Qué quiere decir? -Tras las hipotecas
a devolver en 35 años, ¡ya hay proyectos de créditos hipotecarios a devolver en
dos generaciones! Empiezas a pagarlo tú y acaban de pagarlo tus hijos. "Mi padre
me ha dejado sólo cinco años", dirán.
-Menudo legado. Suena siniestro, sí...
-Nuestra riqueza material está creciendo en la misma proporción que crece
nuestra pobreza temporal: hoy tenemos más cosas, y coche, y piso, ¡pero somos
pobres en tiempo!
-Es verdad, es verdad...
-A más crecimiento económico, menos tiempo: trabajamos tanto tiempo para
tener cosas, que luego nos falta tiempo para gozarlas. Y eso, claro, genera un
estrés espantoso.
-Conozco.
-Porque, además, queremos hacerlo todo: ir al gimnasio, ver la fórmula uno o
aquella película, salir a cenar, navegar por internet, leer ese libro, hacer el
puzzle con los niños.
-¿Y cómo romper ese círculo vicioso?
-En lo personal, quizá renunciando a algunas cosas, siendo más selectivo. En
lo colectivo, quizá cambiando nuestro paradigma de mercado: intuyo que
deberíamos inyectar sentido al consumo, a la economía, y encaminarnos a una
nueva sociedad del sentido.
-Pero de dejar de trabajar... nada, ¿no?
-Es que trabajar es maravilloso si el trabajo permitiese cubrir todas
nuestras necesidades, ya descritas por la pirámide de Maslow.
-A saber.
-Tiene cinco plantas, de la base a la cúspide: necesidades fisiológicas
(comer, dormir...), de seguridad (protección contra el daño), de aceptación
social (afecto, amor, pertenencia), de autoestima (éxito, prestigio) y de
autorrealización (dar lo que uno es capaz, autocumplirse). ¡Lo demente es que el
90% de lo que ingresamos se lo coma sólo la base!
-¿Las necesidades básicas?
-La vivienda, sobre todo: ¡hipotecamos en ella casi todo el tiempo de nuestra
vida!
-Yo sólo tengo que pagar hasta el 2014...
-Enhorabuena. Si ponemos en fila todos los años por los que las familias
españolas están endeudadas, ¿sabe cuántos suman?
-¿Lo ha calculado usted?
-Sí. Puestos hacia atrás, llegarían hasta el terciario inferior: ¡38 millones
de años!
-Qué locura...
-Se lo he dicho: en el 2004, el montante de nuestro endeudamiento fue del 90%
del total de la renta bruta del país (en 1983 era sólo del 30%). Y, encima, para
satisfacer las plantas superiores de la pirámide, ¡se nos incita a comprar
bienes! (Vana ilusión: lo hacemos, y al final nos sentimos tan vacíos).
-Y dale a trabajar, dale a vender tiempo...
-Hemos vendido al sistema ya casi todo nuestro tiempo disponible: ¡hemos
hipotecado, en suma, nuestra capacidad de autorrealizarnos! O sea, hemos vendido
las plantas superiores de nuestra pirámide para mantener sólo su base. Vivir así
es muy duro. ¡Y todo por adquirir un pedazo de suelo!
-¿Y de quién es culpa todo esto?
-Es un error colectivo. Si en un bar habla alto el de la mesa de al lado,
usted y yo hablaremos más alto para oírnos, y los de detrás de nosotros tendrán
que subir la voz a su vez. Y, al final, estaremos todos gritando.
-Y sin poder oírnos. Buen símil.
-Es lo que está sucediendo. Todos nos hemos puesto a comprar pisos. La
función del Estado debería ser detectar excesos y regularlos. Pero como los
ayuntamientos se financian vendiendo suelo edificable.
-Recaudan dinero para darnos servicios.
-Bien, pero que no lo hagan a costa del tiempo de mi vida, ¡del de su vida!
-¡Y quizá para darle el 3% al partido!
-Tener poder es poseer el tiempo de los demás. El poder es el cociente entre
el tiempo que obtengo de los demás y el tiempo que empleo para obtenerlo. Un
político acumula tiempo tuyo para decidir en qué lo invierte.
-En discusiones bizantinas, con lo que los políticos... ¡están dilapidando mi
tiempo!
-La verdad es que nos urge un marcaje ciudadano más estricto de la gestión
política.
-No sé si tengo tiempo.
-Imagínese que ahora pudiésemos comprar tiempo: que alguien envasara tiempo
como quien envasa berberechos, que pudiésemos comprar tiempo en el supermercado.
-¿A qué precio estaría el envase?
-Un envase de 5 minutos a 1,99 euros.
-Yo le compraría bastantes envases.
-Y...¿qué pasaría si todos fuésemos propietarios de todo nuestro tiempo?
-Trabajaría sólo el que quisiera, por gusto.
-He escrito una fábula sobre eso: El vendedor de tiempo. Lo que ahí también
planteo es que mediante los mecanismos del mercado, del consumo, ¡es posible
cambiar cosas!
-¿Qué haría si comprase todo su tiempo?
-Escribir, componer música y ayudar a otros: creatividad y cooperación.
-¿Por cuánto dinero estamos vendiendo hoy cinco minutos de tiempo de nuestra
vida?
-Calculado sobre el salario medio...más o menos los vendemos por unos 0,79
euros.
-Qué baratito.
-Dilapidamos demasiado de nuestro tiempo para alcanzar cosas que no lo
merecen.
-Para leer esta contra, cada lector ha ofrecido tiempo por valor de un par de
euros.
-Ojalá resulte una buena inversión.
FRASQUITO
Un día, conduciendo su coche, Fernando oyó
por la radio a Rosa Regás agradecer así el premio Planeta: "Con este dinero
podré comprar algo que no se vende: tiempo". Esta frase disparó en la
imaginación del coautor -con Àlex Rovira- de ´La buena suerte´ una fábula
mercantil: ´El vendedor de tiempo´(Empresa Activa), en la que relata qué sucede
cuando un tipo decide envasar tiempo y ponerlo a la venta. Es una ingeniosa
sátira sobre nuestro sistema económico que parte de una sensación general: la de
que vendemos demasiado de nuestro tiempo al sistema a cambio de poca cosa...
Fernando, optimista, cree que "este sinsentido un día u otro se corregirá"... Al
acabar esta entrevista, me regala un frasquito que luce esta etiqueta: "Cinco
minutos de libertad". Mira, voy a abrirlo ahora
-------------------------------------------------------------------------------- Tomado
de la Red Macroperú.