RAFAEL ROSSELLÓ CUERVAS–MONS, ESCRITOR Y EX MARINO MERCANTE “El
contrabandista tiene una escala de valores” Tengo 47 años, y nací en Avilés
(Asturias) de familia mallorquina, viví en Barcelona y Andalucía, y resido en
Marbella. He navegado durante 13 años como capitán de la marina mercante. Estoy
divorciado y tengo una hija, Alejandra (18). Fui de derechas y hoy soy
anarquista. ¿Dios? ¡Ve tú a saber...! Dejé la navegación y me dedico a
escribir.La familia Rosselló es de las más antiguas de las Baleares, rebosante
de marinos mercantes y militares, como mi tatarabuelo, mi bisabuelo, mi abuelo,
mi padre...
–¿Y usted?
–A los 28 años yo era ya capitán de la marina mercante.
–Muy jovencito, ¿no?
–Sí, pero es que yo me arriesgaba a ir adonde nadie quería ir, y al mando de
barcos con tripulaciones complicadas...
–¿Complicadas?
–Tripulaciones de cuchillo en la boca. Una vez, al camarero de mi barco se le
metió en la cabeza que tenía que matarme.
–Sin éxito, compruebo.
–Porque le agarró el brazo un timonel justo cuando iba a clavarme un cuchillo
de cocina. Gritaba que yo estaba endemoniado...
–¿Es lo peor que le ha pasado en alta mar?
–Hombre, no: yo he naufragado.
–¿Cómo?
–Navegaba por el Atlántico y hubo un desplazamiento de la carga, de unos
contenedores, y el barco se escoró... Tuve que embarrancarlo en el cabo Tostón,
cerca de Cádiz.
–¿Miedo?
–No: durante un naufragio, todos a bordo se comportan de modo muy
profesional.
–¿Sigue usted navegando?
–Ya no, porque la marina mercante se ha burocratizado, prostituido. De ahí lo
del “Prestige”: el ministro de turno coloca en altos cargos a amiguitos suyos
que no tienen ni idea de barcos ni del mar, y pasa lo que pasa.
–¿Y a qué se ha dedicado usted?
–Ahora, a escribir. Y estuve unos años al frente de una naviera
hispano-marroquí...
–Lo sabrá todo sobre el Estrecho, pues...
–Cuento mucho de lo que sé en mi novela.
–Protagonizada por contrabandistas de hachís, leo: ¿son reales o invención?
–Todo lo que explico ahí es real.
–Dice que el tráfico de hachís sólo es negocio en serio desde hace 15 años...
–Antes lo rentable era el tabaco americano: ése era el contrabando
tradicional en el Estrecho. Pero algún cráneo pensante (político, por supuesto)
penalizó el hachís (el cannabis, el cáñamo), y eso disparó su precio.
–Y los contrabandistas cambiaron de carga: del tabaco se pasaron al hachís.
–Sí, y han venido un montón de contrabandistas de todos los países, al olor
del dinero...
–¿De cuánto dinero hablamos?
–Tengo cifras del año 2000: un kilo de hachís en Ketama (Marruecos) costaba
250 pesetas, que se convertían en 25.000 pesetas en la costa de Marruecos, y en
100.000 una vez puesto en la costa española... Y en 800.000 ya colocado en
Holanda o Gran Bretaña.
–El negocio está claro.
–Sí, pero es que, además, en Holanda se suele cobrar ese kilo de hachís en
especie: en cocaína. Que, comercializada después en España, rendirá dos millones
de pesetas.
–En suma: de 250 pesetas en Ketama... ¡a dos millones de pesetas en España..!
–Esa es la ruta del hachís, con sus diversas cargas, transportes, descargas y
trueques de por medio, sí. Y ahí tienen su papel crucial los contrabandistas del
Estrecho.
–¿Se ha topado usted con esos traficantes en el estrecho de Gibraltar?
–Conozco a varios de esos “camellos de la mar”, que conocen muy bien las
costas marroquí y española. ¡Yo distingo a esos contrabandistas de los vulgares
narcotraficantes!
–¿Dónde ve usted la diferencia?
–El contrabandista tiene una escala de valores: transportará tabaco o hachís
en su barco, pero jamás cocaína. Es discreto, sabe navegar, conoce bien los
secretos de las costas...
–¿Y el narcotraficante?
–Es el que intercambia ese hachís por cocaína: es un delincuente
internacional, sin más valores que el rápido enriquecimiento.
–¿Qué cantidades suelen cargar y transportar esos discretos contrabandistas
suyos?
–Una tonelada, como mínimo, pero pueden ser dos o hasta tres toneladas por
viaje.
–Si un kilo de hachís se convertía en dos millones de pesetas, tres
toneladas...
–Serán 6.000 millones de pesetas.
–Con tanto dinero alguien podrá comprar muchas voluntades si hace falta, ¿no?
–En la costa marroquí, sí. Me consta que no entre la Guardia Civil,
profesional y recta. ¡Su problema es que se topa con conflictos de competencias
con otras policías locales, y esa proliferación de cuerpos crea descoordinación
y entorpece su eficacia! Se han dado casos de tiroteos entre policías...
–¿Cómo está ahora la cosa en el Estrecho?
–La inmigración ha inducido a algunos a traficar con personas en vez de
fardos: son tipos que no saben navegar... y se ahogan.
–¿No son los contrabandistas habituales?
–¡Qué va! A ellos les perjudica esa avalancha humana, que pone los focos
sobre el Estrecho. Y por eso ahora han variado sus rutas de contrabando hacia el
nordeste, y suben hasta las costas levantinas y catalanas...
–¡No me dirá que están entrando ahora barcos con hachís en el puerto de
Barcelona..!
–¡No lo dude! Es un buen puerto para ello, pues tiene mucho tráfico. Se
presentan en la bocana del puerto en el crepúsculo, con esa luz que todo lo
difumina, y son yates de 15 a 22 metros, que se confunden bien con los barcos
pesqueros, y se mueven a la par entre esos pesqueros, para no llamar la
atención...
–¿Y cómo descargan esa “mercancía”?
–En zodiac, y se lleva a zulos preparados en la costa para almacenarla los
días necesarios, hasta que la recoja su propietario, que paga sus partes al
representante del cargador (que va en el barco) y al contrabandista.
–Yo diría que se ha dedicado usted a esto...
–Yo he sido sólo un observador pasivo.
VÍCTOR–M. AMELA - 03:16 horas - 09/01/2004 Tomado de la Red
Macroperú.