A los 6 años arrancó una
planta de su jardín e intentó vendérsela sin éxito a su madre. A los 16, con su
hermano de 18, armó la empresa más rentable del programa Junior Achievement
haciendo marketing con parasoles. A los 22, y en plena ola de Internet, ganó su
primer millón al fundar una puntocom -Bumeran, dedicada a recursos humanos-, que
vendió luego en más de 10 millones de dólares. Se llama Pablo Larguía. Y aquel
fue sólo el principio. Porque el éxito fuerte de este hombre, soltero y ahora
millonario a los 26, llegó de la mano de un negocio que reivindica a los
argentinos en la era del default. Se le ocurrió en 2000, uno antes de la debacle
y de que miles de jóvenes como él emigraran en busca de un futuro mejor.
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Larguía armó una nueva
empresa, Enjoy Entertainment, y se dedicó a exportar cultura argentina al resto
del mundo. Sin perder tiempo, apuntó al cine y al teatro. Produjo cuatro cortos,
la película Lugares comunes (dirigida por Adolfo Aristarain y protagonizada por
Federico Luppi) y ahora financia el debut de Luppi como director.
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-Cuando lo vi por primera
vez, pensé que era un pibe que me venía a saludar y no uno de los inversores de
la película, recuerda Luppi asombrado (ver columna aparte).
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Su primera inversión en
teatro fue un éxito: se dejó convencer por Ricardo Darín, llevó la obra Art a
España (protagonizada por Darín, Germán Palacios y Oscar Martínez) y agotó las
localidades.
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Ahora, para reforzar sus
proyectos, Larguía se acaba de comprar un teatro del siglo XVIII en pleno centro
de Madrid, cerca de sus oficinas. Su empresa productora ya factura cinco
millones de euros anuales y le permite ganarse un lugar en Europa, donde ya se
hizo amigo del embajador argentino Abel Posse; del manager del Real Madrid,
Jorge Valdano, y cena a menudo con el presidente español, José María Aznar, y su
esposa, Ana Botella, a quienes les presentó un plan de integración para las
minorías. De paso por Buenos Aires, Larguía aceptó esta entrevista con la
Revista. Hay una palabra que le encanta y usa seguido: genial.
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a) Para felicitar a
alguien: "Luppi es genial".
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b) Por simple
cortesía: "¿Una entrevista? ¡Cómo no, genial!"
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c) Para soñar: "Sería
genial hacer política, ayudar al país".
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Pablo evita otros
latiguillos de época ("digo", "a full", "nada", "todo bien"), para repetir, cada
vez que puede, que algo es genial. Se muestra interesado por todo. O casi todo.
Hijo de una familia de clase media alta, todavía iba al Colegio Champagnat
cuando hizo su primer negocio.
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Participó y ganó el concurso
de la Fundación Junior Achievement, en el que grupos de adolescentes desarrollan
pequeños emprendimientos. Su empresa virtual fue la más redituable y ganó una
minifortuna.
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¿Cómo?
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-Al principio, decidimos
vender parasoles para autos. Después pasamos a publicitar empresas que ponían su
marca en los parasoles. Tuvimos una crisis de éxito: no dábamos abasto. En los 6
meses que duró el negocio, las acciones pasaron de los 10 pesos iniciales a
valer 82. Mi hermano Constancio (ver recuadro) era el presidente de la empresa y
yo el vicepresidente, recuerda.
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Pablo fue becado en la
Universidad Torcuato Di Tella, donde estudió Economía Empresarial y aunque era
dos años menor que Constancio, se recibieron casi al mismo tiempo. Juntos
también saltaron de la Universidad a negociar por millones de dólares cuando se
desató la fiebre del oro de Internet. Constancio fundó el sitio Patagon junto
con Wenceslao Casares, y lo terminó vendiendo en 550 millones de dólares al
Banco Santander. En otra magnitud, Pablo también fue uno de los pocos ganadores
del boom cibernético cuando, junto con cuatro amigos, fundó Bumeran.com, la
bolsa de recursos humanos on line de la que, un año después, el grupo Terra
Lycos les compró el 84% en casi 10 millones de dólares. Larguía tenía 23 años y,
como CEO, siguió al frente de la empresa.
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-Fue un momento muy difícil.
Me recibí, estuve cuatro meses en Loma Negra y abrí Bumeran. De pronto, me vi al
frente de una empresa de 80 personas, inaugurando filiales en Brasil, Venezuela,
México, Estados Unidos hasta que me instalé en España.
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-¿Y qué sentías? ¿Cuál
era el mayor obstáculo?
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-Por un lado, era estar al
frente de personas mucho mayores. Por otro, estaba el hecho de cerrar negocios
significativos siendo tan joven. Muchos me subestimaban por tener 22 años.
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-Bueno, pasaste de
estudiante a gerente general sin escalas...
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-Es cierto. El prejuicio era
razonable, pero en los negocios no sirven tanto... Intenté aprender de algunas
personas que me pasaron la experiencia que yo no tenía.
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-¿Empresarios?
¿Profesores?
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-De todo. Juan Pablo
Nicolini, el rector del Di Tella, empresarios que luego fueron socios...,
Santiago Soldati, Gabriel Sánchez Zinny, Eduardo Marty, mi tío Ignacio
(Gutiérrez Zaldívar)... Ahora, Adolfo Aristarain en cine y Teresa Costantini en
teatro.
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-El imaginario popular
sobre una persona como vos es, quizá, ya está, se salvó. ¿Lo pensaste cuando
vendiste la empresa?
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-No lo pensé... porque no
era cierto. No pasé por situaciones de compras compulsivas o una vida
descontrolada. Quería seguir haciendo cosas. Pero lo más gratificante de todo no
era la plata, sino la sensación de logro personal y expansión de las propias
fronteras.
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-¿A qué atribuís ese
logro?
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-A la formación en el Di
Tella y al estímulo que me dieron mis padres para que pueda pensar que todo,
absolutamente todo, puede ser posible.
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Su tío, el galerista Ignacio
Gutiérrez Zaldívar refuerza la idea: "Pablo fue educado con la premisa de que
con talento y sacrificio no hay ninguna barrera". Y admite: "Mi sobrino me hace
acordar a mí cuando era joven. Todos le dicen Nachitus". Larguía siguió su rumbo
y tras un año de vivir en Miami y Madrid, decidió dejar la gerencia en Bumeran
para pensar en nuevas ideas. Se fue a navegar por las islas Vírgenes junto con
su hermano y vislumbró el nuevo negocio.
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-De chico me apasionaban el
cine y la cultura, pero la crisis se agudizaba cada vez más y el clima para
invertir en nuestro país era muy inestable. Sin embargo, el potencial artístico
estaba intacto: había, hay y habrá miles de talentos que sólo necesitan
oportunidades. Ahí supe que mi nueva empresa se dedicaría a exportar cultura
argentina al resto del mundo.
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En febrero de 2002, mientras
en la Argentina desfilaban los presidentes, Larguía fundaba Enjoy Entertainment
en Madrid.
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Ahora, financia el 50% de
Pasos, que será el debut de Luppi como director de cine. "La película contará la
historia de tres parejas de treinta y pico ambientada en la España de los años
80, cuando se aprobó la ley de divorcio", adelanta Luppi desde Madrid.
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Pero hay más. Larguía le
compró a Guillermo Arrieu, otro argentino de 24 años, la mitad de Séptimo Arte,
una cadena de alquiler de DVD, pero sólo de cine independiente, con los estrenos
de los últimos festivales.
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-Los locales son muy lindos,
con mucho ambiente. Los 5000 clientes pueden ir, ver la película en los sillones
y es ideal para los olvidadizos que no llegan a devolver las películas: pagan 30
euros por mes y, a cambio, pueden tener siempre un DVD en su casa -dice Larguía,
que piensa expandir la cadena por toda España y abrirá 10 sucursales más en
2004.
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Con teatro propio
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Así y todo, la mayor fuente
de exportación cultural proviene del teatro. De hecho, le bastó un café con
Ricardo Darín para convencerse de que Art sería un éxito en Madrid y no se
equivocó: en cuatro semanas la vieron más de 80.000 espectadores. Fue el
puntapié inicial para llevar más obras: acaba de estrenar Glorias porteñas, con
Soledad Villamil, y en 2004 estrenará Homebady Kabul, del Pulitzer Tony Kushner,
dirigida por el argentino Jorge Lavelli, que ya triunfó en París.
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"La diferencia de Pablo con
otros empresarios del sector es que él no se enamora de la obra que produce.
Mantiene distancia para negociar y para explotar sus ideas. Es chico, pero tiene
experiencia y se hace respetar muy rápido", lo describe el empresario Martín
Varsavsky.
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Si para Art alquiló el
Teatro de la Infanta Isabel y para Glorias... llenó La Casa de las Américas,
para las futuras obras que importe de la Argentina Larguía ya tiene teatro
propio: el Lara.
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Recién enterado de la
inversión, el escritor y embajador argentino en España, Abel Posse, comentó:
"Hay que tener coraje para esa inversión. El Lara es como una ballena blanca,
más peligroso que una parisiense deslumbrante, porque los teatros, como los
veleros, tienen que estar siempre a flote". Edificado en 1789, con 500 butacas y
palcos de lujo, el Lara es pequeño, pero de los más antiguos y prestigiosos de
Madrid.
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-Además de obras, la idea es
ofrecerlo a las empresas para que lancen sus productos en un evento de gala
-explica Larguía, que no para un segundo. Visita festivales de cine y sigue con
atención las obras que se estrenan en Buenos Aires y fortalece sus relaciones en
Madrid al más alto nivel. Sin fecha fija, pero cada 30 o 45 días, cena con el
presidente José María Aznar y su esposa, Ana Botella.
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-Son comidas informales, de
8 a 12 personas. A ella le ofrecí, extraoficialmente, un plan para integrar a
las minorías en España. Son alternativas de microcréditos para fomentar creación
de pequeños negocios. El objetivo es que las comunidades más marginales tengan
la oportunidad de desarrollar productos y comercializarlos.
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Casi al descuido confiesa
que también tiene una empresita que exporta cueros y productos regionales, Pampa
Shop, a la que se dedica como hobby. Ya facturó 320.000 euros en sus primeros
seis meses.
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-Además de Aznar,
estuviste con el presidente Kirchner. ¿Cómo es tu relación con la política?
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-Me parece que los jóvenes
tenemos que reivindicar la política y pensar que somos nosotros los que vamos a
poder dejarles a nuestros hijos un país mejor del que tenemos hoy.
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-¿Te ves como Macri, de
empresario a político?
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-Soy joven. Me veo al menos
10 años más en el mundo de los negocios. Y después, sí, me gustaría hacer
política.
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-De toda tu vida, ¿qué te
hace sentir más orgulloso?
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-Haber generado empleo para
cientos de personas, ser parte de sus vidas. Y además, claro, haber cumplido con
mis padres.
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Hay algo curioso en Larguía.
Por momentos se muestra como si recitara a la perfección un manual de marketing:
su discurso es políticamente correcto, pero usa un tono jovial e irreverente, se
muestra formal y también cálido. Cuenta historias, cree en lo que vende y sabe
cómo venderlo: ropa sport sin corbata en tiempos de Internet, riguroso traje con
tiradores en su desembarco en Madrid. Y un detalle extra: se dejó la barba más
por una cuestión estratégica que por un exceso de coquetería.
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-Fue hace un año. Me quita un poco la cara de
nene, pero ahora ya casi no me importa.
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En tiempos en los que crece la Generación Cero,
esos miles de jóvenes que perdieron la esperanza y ya no trabajan ni estudian,
Pablo ve sus logros con moderación.
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-Hay que desprenderse de la idea de que el éxito
es lo más importante, pero nunca hay que dejar de soñar.
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A los 26 años, Larguía va por más.
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-Genial -dice-, mientras sonríe para la última
foto.
Estaba filmando Lugares comunes, en un campo en
Córdoba, cuando vi que se acercaba un chico a saludarme: era Pablo, y ahí me
enteré de que ese pibe era uno de los productores. Fue una sorpresa: los
inversores suelen ser gerontes y no chicos de veintipico. Ahí supe que le había
ido bien en Internet y que estaba iniciando una nueva etapa relacionada con la
cultura, el cine y el teatro. Ahora nos vemos seguido, aquí en Madrid, y Pablo
está financiando la mitad de mi debut como director. Además de ser muy joven,
Pablo es rápido, de un trato familiar, pero respetuoso y muy discreto: habla lo
necesario. Tiene visión y está muy metido, con mucha fuerza aquí en España:
trajo a Darín con Art, ahora a Soledad Villamil, compró un teatro... A
diferencia de otros empresarios del rubro, tal vez por su juventud, Pablo
propone un trato más directo, más flexible, alejado de los centros de poder.
Larguía te hace sentir que estamos juntos en el proyecto. Te invita a soñar,
pensar nuevas ideas, pensar que es posible ir hacia un mundo perfecto. ¿Si le
doy algún consejo? ¡No! ¡El me los debería dar a mí para que pueda eliminar mi
economía de subsistencia!
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El autor es actor y director argentino.
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Jóvenes y ricos
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Por Juana Libedinsky
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NUEVA YORK.- ¿Qué pasa en país más poderoso con
los jóvenes y ricos? En Estados Unidos, no les gusta hablar de ser jóvenes y
ricos. No son los típicos candidatos para ir al reality show de la tarde...
hasta ahora. La MTV acaba de sacar un especial, Rich Girls (Chicas ricas),
producido por Ally, la hija del diseñador de moda Tommy Hilfiger; HBO
contraatacó con Born Rich (Nacido rico), en el cual los herederos de la
farmacéutica Johnson y Johnson entrevistan a sus pares (como Ivanka, la hija de
Donald Trump, o Georgina, la hija del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg).
Y Fox sacó al aire The Simple Life (La vida simple), en la que ponen a Paris
Hilton, heredera del imperio hotelero, y Nicole Richie (hija del cantante Lionel
Richie) a reflexionar sobre sus vidas.
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Por su parte, la revista Fortune reaccionó
publicando la lista para 2003 de los jóvenes más ricos de Estados Unidos
(entendidos como menores de 40). Y cumpliendo el sueño americano, los primeros
diez hicieron sus fortunas solitos. En su mayor parte en negocios vinculados con
computadoras e Internet, aunque también hay finanzas y la posesión de un equipo
de fútbol americano. Son todos hombres. Y muchos, solteros. Quienes creían que
con el príncipe Felipe se fue el más codiciado, aquí tienen una lista de otros
muchachos muy solicitados: Michael Dell (de 38 años, CEO y fundador de Dell, con
una fortuna de 17 mil millones), Pierre Omidyar (de 36, fundador de eBay, con 7
mil millones), Jeff Bezos (de 39, cofundador de Amazon.com, con 4,8 mil
millones), David Filo (de 37, cofundador de Yahoo!, que tiene 1,45 mil
millones). Y siguen las firmas.
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Perfil
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Estudió en el
Colegio Champagnat y fue becado en la Universidad Torcuato Di Tella, donde
estudió Economía Empresarial
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A los 16 años
ganó, junto con su hermano Constancio, el concurso de Junior Achievement al
emprendimiento más rentable.
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A los 21, fundó
con cuatro amigos Bumeran.com, una bolsa on line de recursos humanos.
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A los 22, la
vendió en casi 10 millones de dólares al grupo Terra Lycos, pero quedó como CEO,
con 80 personas a cargo y abrió sedes en Chile, Venezuela, España, México y
Estados Unidos.
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A los 24, abrió
su propia productora, Enjoy Entertainment, con sede en Madrid, desde donde
importa cine y teatro de la Argentina.
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Produjo cuatro
cortos, Lugares comunes -que fue vista por un millón de personas en siete
países-. Ahora financia Pasos, que será el debut de Luppi como director.
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Llevó Art, con
Ricardo Darín, a España y la vieron 100.000 personas. Ahora estrenó Glorias
porteñas, con Soledad Villamil.
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Además se compró
el teatro Lara, edificado en 1789, y Séptimo Arte, una cadena tipo Blockbuster,
pero de DVD y cine independiente.
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El gran hermano
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Fueron socios en Bumeran.com y ahora tiene el
20% de Enjoy Entertainment, la productora de Pablo. Le lleva dos años y además
de ser su socio y amigo, Constancio Larguía es su hermano: el mismo que, junto a
Wenceslao Casares, fundó y vendió el sitio Patagon en 550 millones de dólares al
Banco Santander. Su éxito inspiró a Pablo a abrir su primer negocio en los
tiempos de Internet. Constancio, de 28 años, recuerda: "Siempre fuimos muy
unidos. Hasta tal punto que ya habíamos vendido nuestras empresas y seguíamos
durmiendo en el mismo cuarto, con los pósters de Maradona y Batistuta, y dos
camas marineras, una arriba de otra".