De nuestro país se afirma muchas cosas.Se dice por
ejemplo que es un mendigo sentado en un banco de oro o también un enfermo, al
cual por donde se le ponga el dedo le sale pus.Pero ese tipo de calificaciones no
van más allá de ser una especie de chicle que escucho masticar de generación en
generación.Ante la seriedad de nuestra situación,
calificaciones como esas no son suficientes para explicar lo que en realidad
ocurre con nuestro país.
¿Qué le sucede al Perú? Está de cabeza, y las causas de ello no son pocas.En parte, se debe a lo insipiente e
inestable de nuestras instituciones.
La ausencia de una sólida organización social
contribuyó a la generación histórica de las condiciones para que nuestro país se
vaya torciendo.Y
qué duda cave, los sucesivos golpes de estado, que tanto daño le han hecho a
nuestra conciencia nacional, hicieron también lo suyo para terminar de poner al
Perú al revés.
La polaridad del sentido común se ha invertido
entre nosotros.Por
eso, en campos como el de la política, las cosas muchas veces se ven y se
interpretan en un sentido contrario.Así, lo bueno puede pasar fácilmente como malo.Y por el contrario, en un sentido
inverso, lo malo puede ser presentado, y peor aún, es aceptado como
bueno.
Entonces pues, no es tan complicado que se aplauda
a los corruptos, como si estos fuesen sanos y sagrados, y de otra parte se
linche a personas contra las que no hay pruebas concretas de corrupción, para
sentenciarlas de una buena vez.Así mismo, no es nada complicado que lo más lesivo
y perjuicios para nuestro país, como en el caso del arreglo con Odebregt por
ejemplo, sea considerado como algo muy beneficioso, digno de ser defendido a
capa y espada, mientras que cualquier intento de defender los genuinos intereses
del Perú es visto por la masa como un acto obstruccionista, anti patriótico e
incluso “inmoral”.
El doble lenguaje, e incluso el doble pensamiento
del que George Orwell habla en su novela 1984, se ha ido instalando en nuestra
mentalidad colectiva, como si fuese un virus cultural, y ello es más que
preocupante, porque entonces la posibilidad de entrar en razón cada vez se aleja
más de nuestro medio social.Llega un momento en el que un buen número de
miembros de nuestra sociedad ya no logra distinguir entre lo que es cierto y
falso.
De cabeza, con el sentido de las cosas totalmente
al revés, inuvilado por la propaganda, ideológicamente adormecido, el Perú está
a merced de lo que hoy podría definirse como lo corruptamente correcto.Y ello debería
ser suficiente motivo como para quitarnos el sueño, o sacudirnos de la
indiferencia, porque lo corruptamente correcto no representa más que la
imposición de parámetros estructurales, que favorecen y sustentan el dominio
político de una minoría privilegiada, cuyo lujoso apetito financiero parecería
insaciable.Si el Perú se pusiera de pie, dicha minoría
mercantilista dejaría de hacer grandes negocios y no podría alcanzar su caro
anhelo de someter a la mayoría de miembros de nuestra sociedad a la condición
de siervos o vasallos suyos.Por eso, dicha minoría hace lo que sea para que
nuestro país no se levante.
Entonces resulta indispensable enderezar al
Perú.¿Difícil tarea, no?Sin embargo, para lograrlo es necesario tener
presente algunos criterios fundamentales.El
primero de estos es que para poner y sostener de pie al Perú no basta con el
crecimiento económico; menos aún si este se sustenta en reformas truncas o
inconclusas, como ocurrió en los años noventa.Al respecto, la experiencia habla
por sí misma.
Además de una economía dinámica y libre de
monopolios, nuestro país requiere contar con las condiciones para incentivar el
auténtico desarrollo de los miembros de nuestra sociedad en lo material, pero
también en lo espiritual.Dicho desarrollo debe sustentarse en el marco del
derecho natural, cuyo respeto y plena vigencia deben ser celosamente
resguardados por el estado.
Si no se le da vigencia plena al derecho natural,
si no se dan las condiciones jurídicas, políticas y económicas para el
desarrollo humano de los miembros de la sociedad, desde el instante de su
concepción, va a ser muy complicado que nuestro país deje de estar de
cabeza.Seguiremos al margen del verdadero avance, creyendo que el atraso es
progreso, que lo más retrógrada es
revolucionario.
El tremendo reto que nuestra realidad nos plantea
está a nivel de estado.Sin embargo, el enfrentar semejante reto está en
nosotros, en nuestra disposición para dejar de lado la indiferencia e intervenir
en la gestión pública, según las capacidades y conocimientos de cada uno de
nosotros.No permitamos que el Perú siga de cabeza por obra
de nuestra inacción.