Con Carlos Vela, de una esquina a otra, por: Eduardo González Viaña
El Trujillo de los años sesenta en que estudié era una ciudad
tan silenciosa que uno le podía pasar la voz a un amigo a una cuadra de
distancia. Comer en el restaurante ‘Independencia’, por ejemplo, era algo así
como leer en una biblioteca.
Carlos Vela Marquillo y Walter Palacios Vinces estaban
conversando en la esquina de la universidad. Desde el municipio, les dije: “Ey,
muchachos, ¿qué les parece si nos vamos a tomar un café en el ‘Demarco’?
Aceptaron.
Carlos era uno de los mejores alumnos de Derecho y presidía el
Centro Federado de esa facultad. Por su parte, Walter acababa de ser elegido
presidente de la Federación de Estudiantes del Perú en reemplazo del saliente
Max Hernández Camarero.
El tema del que trataban era la posibilidad de que la justicia
social pudiera ser lograda a través de las vías legales. Carlos argüía que tanto
la Constitución como las leyes, si bien eran perfectibles, daban la posibilidad
de cambiar al Perú. Walter, influido por los cambios internacionales, sostenía
que era necesaria una revolución popular para ello.
“Con la ley en la mano, echaremos a todos los corruptos”, decía
Carlos Vela y, aludiendo a la revolución cubana se autocalificaba: “yo soy
solamente un guerrillero de papel”.
Medio siglo ha pasado desde aquello. Carlos se convirtió en un
excelente abogado, catedrático y decano del Colegio de Abogados de
Lambayeque. Después, fue juez de Tierras y por último, miembro titular del
Jurado Nacional de Elecciones.
Anoche nos reunimos los tres. A Carlos lo aqueja una severa
enfermedad y habló varias veces de invitarnos a un almuerzo de despedida “uno de
estos días, pero que sea muy pronto”. Entonces se me ocurrió recordar nuestra
conversación del pasado y le dije: “Has vencido y convencido, Carlos”.
Se lo dije porque en el Perú se está produciendo una formidable
revolución moral: los corruptos, expresidentes del Perú, congresistas,
exfuncionarios públicos y dirigentes de las más importantes empresas que mueven
los hilos de la economía peruana, están siendo encausados dentro de una acción
que conducen dos jóvenes y valerosos fiscales. El primero de ellos se llama
Rafael Vela Barba y es hijo de mi amigo Carlos.
No habrá almuerzo de despedida. Como en el viejo Trujillo, nos
hablaremos de una esquina a otra.