El día primero de enero del 2018 guarda una lejana pero muy singular
relación política, muy contrastante por cierto, con aquel primero de enero de
1959.En
efecto, el primer día de este año se realizó la toma de mando del señor Jair
Bolsonaro, cuya elección como presidente del Brasil puede interpretarse desde
diferentes ángulos.Por una parte, refleja la
preferencia de una buena cantidad de brasileros por un político, que embandera
una clara línea de pensamiento y acción, totalmente opuesto al actual sistema de
pensamiento dominante.De otra parte, podría ser la
consecuencia sintomática de profundos problemas y contradicciones que se dan en
el ceno del meretricio comunista hispanoamericano, seis décadas después de su
presencia en nuestros países.
¿Qué pasó hace 60 años?Según las leyendas y mitos académicos que se
desperdigaron en las universidades, el primero de enero de 1959, un sol nuevo
salía en la Habana.Era un sol de libertad, justicia,
igualdad y fraternidad; un sol, que los “hombres de bien” (o sea los comunistas)
debían llevar a todo el hemisferio para que derrame su luz y alumbre a los más
necesitados.
Sin embargo, lejos de todo cuento y verso, el primero de enero de 1959,
una noche más que oscura cubrió la isla de Cuba y se empezó a proyectar hacia
nuestros países.Fue la noche de la ignorancia llamada cultura.El propósito: oscurecer nuestra
realidad cubriéndola con un manto cargado de tinieblas, propicias para la
impunidad de movimientos totalitarios, cuyas sombras hoy estamos percibiendo en
el Perú.La oscuridad de aquella noche es tal que, por dar
un ejemplo, el color rojo de la sangre de los que murieron a manos de los
canallas comunistas, alias guerrilleros, no ha impactado como debiera en la
conciencia de los miembros de nuestra sociedad.Al no ser visible la perversa
magnitud de aquel rojo, lo que ocurrió entre nosotros ha sido olvidado o
fácilmente tergiversado, y debe ser por eso también que la luz de lo racional no
alumbra nuestro discernimiento.En medio de esto, me temo que
podríamos estar perdiendo nuestra facultad de pensar.¿No será que estamos llegando a una
situación tal en la que no solo permitimos que se nos domine, sino que
necesitamos ser controlados hasta en nuestros sentimientos?¿No será por eso que tan fácilmente
les damos el cuchillo a los verdugos de nuestro país?
Sesenta años después, como le escuché decir alguna vez a un querido
amigo: “El Perú anda de noche, a tientas, porque no lo dejan andar de día”.En tal sentido,
yo diría que andamos de noche y a tientas, porque los comunistas se han
encargado de hacer todo lo posible para que no veamos la
luz.
Jactanciosos, soberbios como ellos mismos, selectivos, incluso
racistas, los comunistas creían que en este siglo XXI las tenían todas
consigo.Habiendo capturado el pensamiento de las masas, se ofrecían al mejor
postor financiero para brindarle sus servicios como operadores políticos de
multitudes.Con gran entusiasmo, creían que encaramándose en el
aparato estatal del centralismo oligárquico iban a poder conseguir que la
dialéctica deje de ser dialéctica, para que su situación de lujos y privilegios
nunca cambie y sea permanente.Sin embargo, mediante la elección
del señor Bolsonaro, la realidad se ha encargado de darles un sopapo como el que
esos comunistas se merecían.
Ahora bien, vengo notando que hay gente, amigos míos, que se recuestan
psicológicamente en la figura del presidente Bolsonaro y quieren que alguien así
aparezca entre nosotros.Yo los entiendo, pero también quisiera decirles que
hagamos el esfuerzo de pensar un poco.
No pretendo ser aguafiestas, pero sí me gustaría plantear algunas
interrogantes: ¿Estamos en la capacidad de cerrar filas y unirnos en nombre del
Perú?¿Tenemos el suficiente ñeque como para renunciar a nuestros propios
apetitos de poder?¿Contamos con el suficiente criterio como para
darnos cuenta que de nada vale ir fundando un partidito por aquí y otro por
allá?¿No?¿NO?¿No?
Si
las respuestas a dichas interrogantes fuesen negativas, entonces me preocupa
porque en la práctica la política no es un asunto de Mandraques, sino de seres
de carne y hueso que necesitan del apoyo que, justamente, el señor Bolsonaro
viene pidiéndole a sus compatriotas.
Sesenta años después, no podemos quedarnos soñando.¿Queremos un líder de talla?Tal vez este ya existe entre
nosotros.Generemos las condiciones políticas para que ocupe
el lugar que le corresponde.