La bahía de Paracas, cuna de la Independencia, como casi todos los fines de
año se convirtió en un cónclave empresarial cuyos entusiasmos alguna vez
permitieron que sus expositores más celebrados pasaran a formar parte del manejo
gubernamental. Pero, cual vivero en que las ideas florecen, sin mucho contacto
con el clima político se quedaron este año en buenas intenciones que no alcanzan
para exhibir un buen desempeño en el manejo gubernamental.
En este año, marcado por la guerra política, la CADE evadió el tema y se
limitó a poner en el candelero a la corrupción con promesas antiguas que, como
el tango, no pasan de “promesas de estudiante que flores de un día son. Ayer un
juramento, hoy una traición”.
No obstante, el presidente de la CONFIEP, Roque Benavides, abordó sin
cortapisas la persecución que algunos fiscales y jueces, con evidentes
anteojeras, vienen protagonizando contra la oposición al gobierno, acicateados
por un sector de la prensa en represalia por la derogada Ley Mulder.
El presidente, Martín Vizcarra, no estuvo fino al replicar a Benavides y en
el tema la competitividad se perdió en generalidades.
Si bien la competitividad se define como la capacidad de destacar sobre sus
competidores, Klaus Schwab, fundador del Foro de Davos, empezó a formular el
Índice Global de Competitividad sobre la base de 12 pilares: instituciones,
infraestructura, adopción de tecnologías de información y comunicación (TIC),
estabilidad macroeconómica, salud, habilidades, mercado de productos, mercado
laboral, sistema financiero, tamaño de mercado, dinamismo empresarial y
capacidad de innovación.
El Perú, si bien llegó al tope en estabilidad macroeconómica, con una docena
de países se encuentra muy retrasado en: TIC, dinamismo empresarial,
instituciones, capacidad de innovación e infraestructura. No se descubre la
pólvora si se resalta que nuestra banda ancha de internet no es veloz como en
otros países, pero sí es ancha y ajena. Nuestra educación y las carreteras no
son precisamente competitivas. Como dice el vate, hay mucho por hacer.
El ministro de Economía, Carlos Oliva, para acelerar el cierre de la brecha
de infraestructura (de US$ 160 mil millones) propone replicar el modelo que se
aplica en los Juegos Panamericanos, es decir, establecer una Oficina de Gestión
de Proyectos (PMO por sus siglas en inglés) para que supervise y administre los
megaproyectos y acelerar, por ejemplo, los proyectos que se iniciaron en el 2014
en los que el “gabinete de lujo” de Pedro Pablo Kuczynski fracasó en todas las
líneas.