Siguiendo la tónica de un viejo bolero, yo me pregunto y qué fue del
cambio aquel que me juraron, de aquel cambio con el que yo siempre soñé, y qué
fue de las promesas de justicia; promesas, que desde niño tantas veces
escuché.Y
más aún, a qué debo el desdén y el abandono de un estado, que en manos de unos
pocos mi ilusión pisoteó.
La realidad me lleva a preguntarme esto y mucho más, hoy que con tanta
facilidad escucho decir que cierren el congreso, que se vayan todos, que venga
gente nueva, como si aquello fuese una recetamágica que alguien
hubiera descubierto recién; una receta increíble, la más recomendable, para la
solución de nuestros problemas, para la transformación de nuestro país, como si
en nombre de todo aquello el congreso jamás se hubiera cerrado, como si en
nombre de ello nunca hubiese habido un solo golpe de estado.¿Y qué fue después de tanto
golpe?¿Y no fue acaso el pueblo el que al final más se
empobreció?
En el terreno de los hechos:
Pero más allá de tales interrogantes, ya en los hechos, hay asuntos muy
grabes como los relacionados con el factor de nuestra conciencia nacional. Desafortunadamente, nuestra conciencia nacional sufre una profunda
conmoción, que le impide reconocer la situación en la que hasta ahora nos
encontramos, y al respecto cabe señalar que aquella conmoción en buena parte se
debe a los golpes de estado que entre nosotros se han producido una y otra vez,
bajo el pretexto de estar favoreciendo a las grandes mayorías, con la excusa de
la igualdad, la solidaridad y la libertad; libertad que los golpistas se
atrevieron a utilizar, y utilizan como concepto, para alcanzar su más caro
objetivo: entronizarse en el poder.
Lo que hoy se pretende entre nosotros no es nada nuevo: dividir a los
compatriotas entre los buenos y los malos, entre los que supuestamente están con
la historia y los que se ponen en contra de ella, entre los que apoyan al
caudillo y entre los enemigos del régimen totalitario que se nos quiere
endilgar, recurriendo para ello a una nefasta demagogia aplicada mediante
diversas operaciones psicológicas en comunicaciones que obviamente producen
resultados.Y lamentablemente, muy lamentablemente, hay sectores enfrentados;
sectores que, sumergidos en un profundo rencor, están dispuestos a prestarse a
las maniobras más ruines e inconfesables de minorías; minorías que en el fondo
lo que más desprecian es el derecho natural de nuestro país a tener salud,
educación, crecimiento económico y desarrollo tanto material como
espiritual.
El fetichismo de la mercancía:
Al ver que la alternativa golpista tiene demanda en el mercado
político, hay quienes le hacen propaganda al golpe de estado como si se tratase
de un gran fetiche, como si este fuese la solución frente a la corrupción;
corrupción, que hoy nos agobia como sucedía a finales de los años 80, como
ocurría en 1968 y desde antes también, sin que algún golpe de estado haya podido
ponerle fin a semejante mal.Sin embargo, en el fondo, lo que se busca es que
los peruanos compremos un producto nefasto, de pésima calidad, que ya ha sido
puesto a prueba entre nosotros a un altísimo precio no solo
económico.
Los interesados en imponer un régimen de tipo totalitario Quieren
meternos de contrabando un producto: el golpe de estado, que ya está desgastado,
que es de lo más vetusto, pero que se nos presenta espectacularmente decorado,
pintorescamente adornado con palabras, frases y conceptos, que buscan
encandilar a los ingenuos, a los resentidos, así como también a los oportunistas
y adulones de vocación, que podrían ser sus posibles compradores.En suma, lo que hoy estamos viendo es casi lo mismo
que siempre ocurrió.
Un pequeño símil:
Imaginemos una película producida en el año 2018 con todos los recursos
modernos posibles, con toda la parafernalia tecnológica que hoy existe, con todo
el financiamiento que sea necesario, con caritas nuevas, etc.Lógicamente, esa película tiene que impresionar a
la platea; sí, y a más de uno deja con la boca abierta, hasta que se descubre
que el guión de esa película no es nada nuevo, que sus productores no hicieron
más que robarle el guión a la historia para darle unos cuantos toques
ideológicos y así presentarlo como lo más espectacular.
Así es como aparece la actual intentona de golpe de estado, pero
siguiendo con el símil los problemas comienzan cuando, al salir del cine, los
espectadores descubren que somos todos los peruanos los que vamos a tener que
correr con los gastos de la producción de la película.¿Estaría dispuesto usted a financiar semejante
aventura?