Como se recordará, el domingo 16 del presente mes de setiembre, el
presidente de la república anunció mediante un mensaje a la nación el
planteamiento de una cuestión de confianza.Unos días
después, el miércoles 19 el jefe del consejo de ministros se presentó ante el
congreso; la confianza le fue
otorgada.Ahora, los defensores del régimen se esfuerzan por
vendernos aquello como una gran y apabullante victoria del poder
ejecutivo.
Los peruanos, supuestamente, deberíamos estar infinitamente agradecidos
ante la maravillosa calidad de la gestión de lujo del régimen de turno, que ha
sido capaz de pechar al parlamento.¡Pero eso no es todo! Además de estar agradecidos,
tendríamos que apoyar al gobierno, sin dudas ni murmuraciones, pues estaríamos a
punto de iniciar un nuevo amanecer, una inesperada y hermosa aurora republicana.
¡Así que arriba Perú!
Sin embargo, cabe una pregunta: ¿La solicitud planteada por el poder
ejecutivo gira realmente en torno a una cuestión de confianza?Ante tal interrogante, resulta necesario hacer un
breve repaso histórico del contexto de tipo mercantilista en el que nos
encontramos.
Recordando
un poco:
Hace 18 años en el Perú, llegaba a su fin el régimen de Alberto
Fujimori y se planteaba el inicio de una nueva etapa de vida que entonces se nos
vendía bajo la marca de un proceso de transición hacia la democracia.Más de uno se
entusiasmó con esa nueva etapa, se emocionó, empezó a abrigar grandes ilusiones
y se compró aquel producto, sin interesarse por averiguar cuál sería su
precio.Sin embargo, en la actualidad no es difícil
percibir que estamos viviendo en el marco de una democracia que podría estar
transitando hacia el totalitarismo.
Nos encontramos bajo el dominio de una clase que ha logrado instalarse
en las
esferas de nuestra vida social y del estado, como resultado de un lento y muy
cauteloso modo de apoderamiento de tipo político y cultural, inspirado en todo
un proyecto de hegemonía.Ahora, ese proyecto tiene también
en su mira a la familia natural como se refleja en el decreto ley
1408.
Pero el dominio de aquella clase aún no es total y más aún parece estar
en problemas.Esto
se explicaría por la generación de un conjunto de condiciones negativas, que le
han quitado capacidad de maniobra al llamado poder fáctico.En efecto, la clase dominante hoy
se enfrenta al destape de una corrupción que resulta inescondible y que, al
desbordarse, pone en veremos la vigencia del modo mercantilista de concentración
de riquezas, así como los privilegios de unos cuantos compadres que del corrupto
mercantilismo viven y lucran.
El
fondo del asunto:
Ante ello, el poder ejecutivo ha actuado para evitar cualquier
eventualidad de peligro de pérdida de gollorías. En tal sentido, lo planteado ante el congreso no es una cuestión de
confianza, sino una cuestión de clase. Es
con tal propósito que se ha movilizado a los sirvientesintelectuales y artísticos del
poder.A su vez, se ha puesto a trabajar a los
destacamentos de acción rápida, constituidos por algunos marchantes callejeros y
por el lumpen cibernético, a los que se recluta para usarlos en ocasiones como
esta.
El verticalismo, que lamentablemente está muy acendrado en nuestra
cultura, ha sido un recurso que una vez más se ha usado en una forma
maquiavélicamente eficiente. Valiéndose de
este, se ha renovado una vez más el culto a la figura del caudillo para
presentarlo ante las masas como el que sí es capaz de enfrentarse a todo tipo de
obstáculos, incluyendo al congreso.De ese modo, se ha logrado que las
masas, injustamente sumergidas en la ignorancia, aplaudan la presión y el ataque
a la institución parlamentaria, sin comprender las consecuencias que ello podría
traer.
La clase dominante no está dispuesta a permitir que el congreso
fiscalice qué se está haciendo con los recursos de la nación, con nuestro
dinero. Esa
función fiscalizadora, que por lo demás es naturalmente inherente a la
existencia del parlamento como institución representativa, resulta ser en este
caso un obstáculo para los intereses de quienes ostentan el poder.Al
respecto, si observamos bien, el calificativo de obstruccionista que se le pone
al parlamento aquí tiene un eminente carácter de clase.
En ese contexto, es necesario reconocer la postura digna de los
parlamentarios políticamente incorrectos que el 19 de setiembre estuvieron a la
altura de las circunstancias, al momento de emitir su voto, frente a la cuestión
de clase que se les planteó.En este punto, Hay que diferenciar entre la actitud
de estos y la de aquellos socialistas, pro clase dominante, que votaron en
contra, pero con su más y con su menos, luego que en la campaña electoral del
2016, valiéndose de pretextos hoy ya tradicionales, contribuyeron con su voto y
su apoyo para la elección de la plancha de lujo, que hasta ahora se reúne para
tratar de ver la forma de impedir que el Perú pueda dejar atrás, de una buena
vez por todas, las cadenas del mercantilismo.