La imagen del genio detrás de Tesla y SpaceX descarrila en
una semana a partir de un extraño tuit, hasta confesar que ha vivido un año
insoportable
Venía dando tumbos y, en un tuit, terminó de descarrilar. La
semana más dura de Elon Musk empezó poniendo la Bolsa patas arriba y terminó con
una confesión de que está al borde del colapso físico y mental. Entre medias, ha
habido inversores saudíes interesados en coches eléctricos, investigaciones
oficiales sobre la viabilidad de sus empresas y una enganchada de famosos propia
de la telerrealidad más petarda. Uno de los grandes unicornios de Silicon
Valley, al que pocos discuten el apelativo de genio, cayó a tierra.
Elon Musk, sudafricano de nacimiento y californiano de
adopción, cumplió 47 años el pasado 28 de julio. Su vida en la élite de Silicon
Valley comienza casi dos décadas atrás, cuando se le conoce como una de las
cabezas detrás de la compañía PayPal. Está en el grupo de visionarios que
trabajan para transformar el mundo con la tecnología, al nivel de los creadores
de Google, Facebook o Netflix. Ese era su estatus, junto con una cierta fama de
imprevisible, dispuesto a poner millones detrás de cualquier idea.
Musk es el hombre que decide que es posible hacer vuelos
espaciales comerciales, que es posible llevar humanos a Marte, y monta SpaceX
(2002). Es el que decide que el mundo ya está preparado para abandonar la
gasolina y moverse en coches eléctricos, que solo hay que ponerse a ello, y
funda Tesla (2003). Un día, Musk imagina que la gente podría viajar dentro de
una especie de tubo neumático a 300 kilómetros por hora bajo tierra. No es que
dibuje un boceto para enseñarlo por ahí. Directamente monta una empresa,
Hyperloop (2013), y se pone a ello. Otro día, en 2016, frustrado con el tráfico
de Los Ángeles, decide que el futuro son los túneles. No lo dice al aire, a ver
si alguien hace algo. Pone en marcha The Boring Company y empieza a buscar
permisos para tunelar la ciudad. Elon Musk es ese empresario. Es un mito. Ganó
22 millones con la venta de su primera empresa hace dos décadas. Hoy su fortuna
se calcula en 20.000 millones de dólares (cerca de 18.000 millones de
euros).
Esa versión de Musk se complementa con una gestión
personalísima de todo lo que toca. Especialmente, de la empresa a la que más se
ha dedicado, Tesla. Musk vive volcado en la marca de coches eléctricos de alta
gama en California. Los problemas de producción de los coches han creado dudas
sobre la viabilidad del proyecto. La empresa dijo que iba a producir 500.000
coches al año en 2018. En los primeros seis meses ha fabricado 88.000. Se
calcula que necesita producir 5.000 coches semanales para ser viable, una cifra
que alcanzó en julio pero no se sabe si podrá mantener. Tesla es la compañía con
más apuestas a corto de la historia, esto es, inversores que apuestan su dinero
a que el precio de la acción caerá. Musk está tan encima de la producción que a
veces duerme en la fábrica de Tesla en Fremont, California.
La presión de los inversores parece estar haciendo mella en la
estabilidad mental de Musk. En una reciente llamada con inversores, despreció
sus preguntas. Que no andaba bien se confirmó poco después cuando llamó pedófilo
–en broma, pero pedófilo– a uno de los buzos que participó en el rescate de los
niños atrapados en una cueva de Tailandia. Musk había propuesto usar un mini
submarino y el buzo había ridiculizado la idea. El insulto, por el que pidió
disculpas, vino después de otra broma tuitera, en la que especulaba con la
quiebra de Tesla. El CEO, bromeando sobre la quiebra, delante de 22 millones de
personas.
En este contexto, con un uso de Twitter cada vez más
hiperactivo y cada vez más errático, llega el pasado 7 de agosto, a las 9.48 de
la mañana, hora de Los Ángeles. De camino al trabajo (según su versión), Musk
tuitea: "Estoy pensando hacer Tesla privada, a 420 dólares [370 euros] por
acción. Fondos asegurados". El tuit provoca una subida del 7% de las acciones
(el precio propuesto es un 20% más del valor ese día) antes de que el regulador
suspenda su cotización. La empresa saca una aclaración que no aporta los
detalles que se necesitan para un anuncio así. Los inversores a corto ven
amenazada su jugada de forma torticera. Aún no se descarta que haya denuncias
por manipular el precio de la acción, y una investigación oficial. Musk responde
cuestiones en Twitter. El mundo se pregunta, ahora sí, si ha perdido la
cabeza.
Es ese perfil público el que poco a poco va no solo incomodando
a los inversores, sino también atrayendo el interés sobre él como personaje de
sociedad. Musk se ha convertido en lo más parecido a una celebrity del mundo
tecnológico, cuyo precedente más inmediato se puede encontrar quizá en Sir
Richard Branson, que se construyó en los noventa cierta imagen de millonario
aventurero con aire de playboy y lleno de ideas excéntricas. Musk puede estar
iniciando el mismo camino, solo que con más botones de la camisa abrochados.
Casado y divorciado tres veces (dos de ellas de la misma mujer,
la actriz Talulah Riley), tiene cinco hijos. Tras volver a la soltería su vida
privada empezó a atraer un interés desconocido hasta entonces. En la gala del
Metropolitan del pasado mayo, se le vio en público por primera vez con su nueva
pareja sentimental, la músico canadiense Grimes, de 30 años. Grimes, de la
manera más extraña, también se ha visto envuelta en el errático comportamiento
de Musk estos días.
El 11 de agosto, una rapera llamada Azealia Banks publica un
post en Instagram en el que dice que lleva "días" en casa de Musk esperando a
que llegue Grimes. La cosa sigue con otros mensajes y en uno de ellos Banks
dice: "He esperado todo el fin de semana mientras Grimes consolaba a su novio
por ser tan estúpido como para no saber que no hay que tuitear cuando vas de
ácido". Musk y la empresa tuvieron que salir a decir que ni siquiera estaban con
Banks ese día, pero tampoco ha sido del todo convincente. Su mejor coartada es
que la credibilidad de Banks es nula. La rapera es tan grosera que le han
suspendido su cuenta de Twitter.
El lunes 13, Musk aclara finalmente de dónde saldría el dinero
para sus planes de recomprar las acciones de Tesla y librarse de la presión de
la bolsa. Asegura que está en conversaciones con el fondo soberano de Arabia
Saudí. A nadie se le ha escapado la ironía. El objetivo declarado de Musk con
Tesla es acabar con la industria del petróleo, de la que habla como si fuera
parte de una conspiración mundial. Y su empresa la va a salvar con dinero saudí,
en una operación que puede costar más de 10.000 millones de dólares (8.800
millones de euros).
La semana más dura del año más duro de la carrera de Elon Musk
tiene su epílogo en una entrevista publicada el jueves por la noche con The New
York Times. Los reporteros que estaban en la habitación escriben que Musk
alternaba entre el llanto y la risa durante la conversación. La esperadísima
explicación para su comportamiento es esta: cansancio. Dice que ha estado
trabajando 120 horas a la semana. "Ha habido veces que no he salido de la
fábrica (de Tesla) durante cuatro días. Eso ha sido a costa de no ver a mis
hijos ni a mis amigos". Dice que los inversores bajistas son su principal causa
de estrés. En Tesla, asegura, "ha pasado lo peor desde el punto de vista
operativo". "Pero en lo que se refiere al dolor personal, lo peor está por
llegar".