La sobreviviencia de Agrobanco y/o el financiamiento al agro se
encuentran en el candelero. Socorro Heysen, titular de la Superintendencia de
Banca, Seguros y AFP (SBS), ha señalado que esta institución en los 13 años que
ha operado otorgando préstamos a los agricultores, acumula nada menos que un 48
% de morosidad, lo que ocasionaría el colapso de cualquier banco.
No solo eso. Desde el 2012, durante el Gobierno de Ollanta
Humala, Agrobanco (durante la presidencia de Hugo Wiener) desembolsó una
cuantiosa parte de sus recursos para comprar cartera (créditos otorgados por
otros bancos) a grandes empresas agrícolas y a los cafetaleros afectados por la
plaga de la roya amarilla. Entre los principales deudores no minoristas están
las empresas del grupo de Carlos Abusada (S/ 65.2 millones) y Agrícola Yaurilla
SA – Aysa de Richard Forsyth (S/ 58.5 millones). Para estas gollerías se
modificaron los estatutos de la institución. Todos estos pecados financieros han
devenido en una cartera pesada de S/ 830 millones. Un zafarrancho.
Gustavo Mostajo, ministro de Agricultura, que no se atreve a
darle los santos óleos a Agrobaanco, pretende soslayar el problema
rebautizándolo como Mi Agro (Proyecto de Ley 3090), institución que al margen de
la vigilancia de la SBS no solo asumiría el capital de Agrobanco sino contaría
con apenas S/ 100 millones para minicréditos. Lucila Quintana, directora de la
Junta Nacional de Café, señala que ese monto “no alcanza ni para sembrar 20 mil
hectáreas”.
Otro aspecto no menos importante en el debate es la tasa de
interés del crédito agrario. Según la SBS, “no se puede cobrar tasas menores a
30 %” -que de por sí son muy elevadas-, “porque no cubren los costos de
Agrobanco; tasas menores de 20 % o 10 %, requieren un subsidio del Presupuesto
de la República”.
No cabe la menor duda de que el agro necesita financiamiento.
Pero el Banco Agrario tuvo el mismo final, al parecer, al que el inminente
futuro depara a Agrobanco. La burocracia no solo rifa los créditos, muchas veces
lucra con ellos y las buenas intenciones de vigorizar la pequeña agricultura
quedan en buenos deseos.
El agro necesita financiamiento, pero no menos importante es
elevar la productividad de los productos que siembra.