La renuncia de PPK a la presidencia y su obvio remplazo nos brindan la
posibilidad de ensayar diversas reflexiones sobre nuestra actualidad
institucional y nuestra democracia.Por ejemplo, no es poco lo que se podría decir frente
al hecho de estar a portas de una recomposición de lo que se conoce como nuestro
mapa político.Y es que luego de la exhibición de los videos
recientemente aparecidos, referidos a la compra de congresistas, las cosas no
van a seguir como hubieran continuado si esos videos no se hubieran
divulgado.
Pero, para reflexionar sobre la actualidad, me gustaría regresar en el
tiempo a esos días del fin del gobierno de Fujimori.Me gustaría
regresar, porque algo de lo que entonces ocurrió hoy también está
sucediendo.Y no me refiero necesariamente a la aparición de los
videos que, en ambos casos, habrían sido capaces de remecer las estructuras del
sistema de poder.
Hoy, igual que hace 28 años, se nos habla de la transición democrática
que habría empezado con el gobierno de Valentín Paniagua.Sin embargo, pienso
en una pregunta que deberíamos plantearnos: ¿Es que realmente la democracia
nuestra está en un proceso de transición?
Yo pienso que si eso fuese cierto no tendrían que embutirnos aquel
concepto como ocurre mañana, tarde y noche.Nos venden
transición democrática a través de un sector de la prensa hablada, escrita y
televisada.Y el concepto aquel se ha posicionado en el mercado
ideológico, luego de haber recibido la calificación de “políticamente correcto”,
proveniente del grupo calificador: los operadores políticos, artísticos y
mediáticos (izquierdistas y mercantilistas) del poder fácticamente
dominante.
Antes que una transición democrática, lo que en mi opinión hay en nuestro
medio es una democracia que podría ser calificada como transitoria y en
riesgo.Felizmente, contamos con un marco constitucional que ha permitido y
permite resolver impases políticos realmente serios como los que últimamente
hemos podido apreciar.Pero nuestra democracia, como tal, no necesariamente
está en un saludable proceso de transición hacia un estado de superación de
todos esos vicios que afloraban desde los inicios del siglo 20 y desde mucho
antes.
Ello permite entender por qué hoy resulta tan vigente el enfoque que
Víctor Andrés Belaúnde hacía en 1914 acerca de nuestra realidad, en su ensayo
titulado La Crisis Presente.Y es que, por dar un ejemplo, el viejo cesarismo
burocrático hasta hoy sigue vigente.La demagogia continúa haciendo de las
suyas entre las masas populares.Los estamentos dirigentes están no solo
divididos, sino nerviosos al no saber qué es lo que podría ocurrir en el año
2021 con relación a la elección del futuro próximo
presidente.
Entre nosotros se mantiene aquella atmósfera de superficialidad y
decoratismo, que desde hace tanto ha signado y aún signa nuestra vida
colectiva.De
ahí el éxito que puede tener entre nosotros el espectáculo que los operadores
políticos y artísticos de la nación nos dan día a día, incluyendo algún
bailecito y algo de humor inglés, mientras nos hablan de transición
democrática.
¿Y cuándo podremos hablar entonces de una transición democrática
verdadera?Cuando los síntomas que Víctor Andrés Belaúnde describía en esa Crisis
Presente de 1914 hayan pasado a ser un recuerdo; uno de aquellosrecuerdos que habría que tenerse en cuenta, pero soloa modo
de lección bien aprendida de errores que no se deben
repetir.