Venezuela: Migración o Estampida por Luis Hernández Patiño
VENEZUELA:
MIGRACIÓN
O ESTAMPIDA
Por
Luis Hernández Patiño
“Las
locas ilusiones me sacaron de mi pueblo”, dice la letra del valse El
Provinciano de Laureano Martínez, y cito aquella letra porque encuentro que
tiene bastante vigencia en la realidad. Por una parte, podemos ver cómo los
provincianos vienen a la capital, para cumplir con su sueño de conocer la gran
ciudad, y observamos cómo también los capitalinos salen de viaje para conocer el
gran Miami por ejemplo.Pero,
aparte de las ilusiones y sueños, en la realidad existen otros factores por los
que los miembros de la sociedad también se trasladan de un lugar a otro.Entre aquellos otros factores, podemos
mencionar la desigualdad, la pobreza, la carencia de servicios como salud,
educación, el centralismo capitalino, el subdesarrollo de nuestras
naciones.Está muy claro pues que
no todos los que migran de su tierra lo hacen como simples turistas que, al
regresar a sus pueblos, les contarán a sus paisanos la de maravillas que en su
viaje encontraron.
Sin
embargo, al observar el caso venezolano, me parece que no todos los movimientos
poblacionales pueden ser calificados como migraciones. Por
su dimensión y magnitud, algunos de esos movimientos se perfilan como
estampidas, cuya explicación está en la situación de las condiciones de vida
que se dan sobre la base económica y debajo de la superestructura de una
realidad determinada.Cuando las
relaciones sociales de producción se vuelven insostenibles, la clase dominante
empieza a perseguir a los que se atreven a rebelarse, ante la posibilidad de
ser víctimas de algún régimen de explotación. Entonces, el sistema trata de
cubrir las relaciones de producción imperantes, con un manto de supuesta
honestidad y pureza ética que es ideológicamente decorado con atractivas
figuritas que buscan atraer la atención de los sensibleros, de los diletantes,
de los bohemios de la izquierda y de algunos ingenuos.Sin embargo, la estampida resulta imparable.Tal es lo que ocurre en la actualidad con un gran número de venezolanos
que han salido de su amada patria, dejándolo todo, al ver que no les quedaba
más que partir para buscarse el pan y defender la vigencia del derecho natural
al desarrollo y a la realización de cada uno de ellos, como personas humanas
que son.
Algunos
hacen un paralelo entre lo que hoy sucede con los venezolanos y lo que ocurrió
en los años ochenta con los peruanos, y en cierta medida el paralelo se ajusta
a lo que fueron las cosas.Digo
en cierta medida porque, felizmente, entre nosotros no logró imponerse el
totalitarismo, promovido abiertamente por los terroristas; terroristas, a los
que los negociantes de los derechos humanos hasta hoy defienden.Recordemos que en los años ochenta, sobre todo en medio de la situación y
la crisis a la que nos condujo el primer gobierno pro estatista y
socialistamente inflacionario del Apra, los peruanos no se iban de viaje para
comprarse zapatillas nuevas en alguna tienda de Miami o para cumplir con el
típico sueño caviar de llegar a París, contemplar tal vez el atardecer y
escribir algún versito o pintar un cuadrito socialmente comprometido con no sé
qué. Salvo los pitucos (varios de
ellos caviarones) más de un profesional tuvo que lavar platos en algún
restaurante al que en otras condiciones hubiera podido llegar a comer como
turista.Más de uno se vio en la
necesidad de pasarse toda la semana parqueando carros, repartiendo periódicos o
limpiando excusados, cosas que jamás hubieran hecho estando acá por ese “qué
dirán” que solo la necesidad es capaz de arrancar de la mentalidad sobre todo de
los miembros de las clases medias.En el curso de la estampida, la necesidad hace que las diferencias de
clase pasen a un segundo plano, empujando al pequeño burgués a realizar los
trabajos de algún proletario. Los
apellidos y títulos profesionales no pesan, como lo pudieran haber hecho en sus
lugares de origen, pues de nada sirve que te llames Fulano de Tal, cuando lo
que aprieta es el hambre.
En
la actualidad, la situación de los venezolanos que han salido en estampida de
su país es realmente crítica y merece toda la atención de los gobiernos de
nuestra región, y a propósito de esto, deseo sugerir que no dejemos que nos
sorprendan los que hoy buscan enfrentar a los peruanos con los venezolanos.
En este punto, me refiero a los
caviares que tanto aman a los golpistas dictadores de izquierda, así como a
todo aquel que les dé billete. Con
gran preocupación, estos ven que ya no les basta con insultar a los cubanos que
están allá lejos, en Miami.Ahora,
se las tienen que ver con la presencia de los vendedores de arepas que van por
las calles y plazas de Lima, poniendo al descubierto el carácter ruin y vil de
ese modo de explotación totalitario e inhumano que los socialistas idolatran y
que quisieran vendernos, como si ese sistema fuese la quinta
maravilla.
Sería
ideal que una estampida como la de los venezolanos, que hoy estamos observando
en toda su crudeza, no se vuelva a repetir.Con toda la riqueza que tienen en su
territorio, no creo que ellos merezcan estar de vendedores de arepas por las
calles de tierras extrañas, por el hecho de no estar dispuestos a someterse y
bajar la cabeza ante la figura de un nefasto dictador, que ahora se las da de
matón y prepotente.Pero, para
que no haya más estampidas ni en Venezuela, ni en ninguno de nuestros países,
es necesario generar ciertas condiciones, y una de ellas, que es fundamental,
pasa por la imperante necesidad de desterrar todo vestigio de explotación
totalitaria de nuestra región.
Hay
una gran lección que la propia realidad nos deja: mientras el totalitarismo
siga vigente en Latinoamérica y (mientras los gobiernos latinoamericanos le
sigan haciendo la patería al totalitarismo) la estampida será una posibilidad
latente entre nosotros.¿Queremos que los
venezolanos regresen a su país?¡Claro que sí!Pero, de una buena vez por todas, ayudemos a que ese
regreso sea digno.